Durante las últimas dos décadas la región centroamericana ha sufrido un crecimiento sustancial de la vulnerabilidad de su población frente a la incidencia de desastres. De hecho, mientras se ha ido constituyendo una institucionalidad nacional y regional orientada hacia la atención y tratamiento del impacto de los desastres, los daños y pérdidas siguen siendo un elemento fundamental en el deterioro, no solo de las condiciones vida de la población, sino también de las propias condiciones generales del hábitat y la biodiversidad de la región. Se han afectado seriamente también las posibilidades de recuperación de los recursos naturales indispensables para asegurar la subsistencia de la población, ya no solo de pobladores en situaciones puntuales de alto riesgo, sino de las economías y la organización social integral en amplios segmentos de la población centroamericana. El crecimiento de la población sobre la base de un modelo altamente depredador ha llevado a condiciones límites en muchas de las cuencas de la región, incluyendo aquellas en que se hayan localizadas las principales ciudades y la gran mayoría de la población urbana, pero también en cuencas binacionales y regiones que otrora se consideraban relativamente seguras.
Si bien, ha habido un impulso para preparar a la población y los funcionarios públicos sobre los extremos de tales procesos, el eje de la actividad ha seguido, incluso en la última década, concentrada en los preparativos y la atención de las situaciones de emergencia y en la recuperación apenas mínima de las poblaciones afectadas, que por lo demás, son cada vez más numerosas y sufren impactos más profundos en sus características previas de vida y subsistencia. Empresas privadas e infraestructuras sociales y públicas han sufrido también el enorme impacto de la contraproducente intervención dañina sobre procesos naturales frágiles. Ni los Estados ni las economías nacionales, y menos aún las organizaciones regionales, han dispuesto de los recursos y las capacidades para empezar a revertir los impactos destructivos estacionales o puntuales, vinculados a procesos de la naturaleza que son normales en las condiciones del istmo centroamericano. El esfuerzo institucional, aunque desigual entre los países y las regiones en cada país, no ha sido suficiente ni en aquellas circunstancias más positivas, y el esfuerzo de comprensión generalizada de esos procesos cotidianos apenas empieza.
El esfuerzo institucional público y privado - local, regional o nacional-, no ha sido suficiente para abarcar los cientos de municipios de la región, ya no solo en la organización de procesos preventivos y de reducción del riesgo, sino que tampoco en la capacitación y preparación de los funcionarios y agentes de los proyectos sociales –públicos o privados- para reducir la vulnerabilidad en forma sustancial, y mucho menos para lograr revertir procesos destructivos e impulsar formas de habitar armónicas con la naturaleza que permitan, en el largo plazo, su preservación para las futuras generaciones.
Con el convencimiento de que Centroamérica se enfrentará mejor a los nuevos retos que representa la globalización desde una posición fuerte y común, España a través de su agencia de cooperación –AECID- ha venido apoyando el proceso de integración centroamericana; y ha sido a partir del año 2006, que se ha propuesto consolidar una iniciativa regional de cara a fortalecer la prevención de desastres y la reducción de la vulnerabilidad tomando como punto de referencia el Marco de Acción de Hyogo (MAH), el Plan Regional de Reducción de Desastre (PRRD) y el Convenio Constitutivo de CEPREDENAC, entre otros instrumentos técnicos y definitorios de la política institucional centroamericana en el tema de riesgos y desastres.
En este sentido, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el Centro de Coordinación para la Prevención de Desastres en América Central (CEPREDENAC), integrante del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) como Secretaria Especializada, trabajan conjuntamente en la implementación de políticas públicas ajustadas el Marco de Hyogo. Los instrumentos indicados anteriormente establecen con claridad, por lo demás, lo esencial de la capacitación y la formación en diversos niveles de manera que se generen múltiples focos de producción de conocimiento y a la vez, de programas y proyectos que permitan concretar las políticas y alcanzar las metas trazadas a lo largo de más de una década de eventos y procesos de organización y producción conceptual.
Dentro de las prioridades del MAH está la de “desarrollar una mayor comprensión y concienciación” la cual apela al uso del conocimiento, innovación y educación para crear una cultura de seguridad humana y mayor capacidad para prevenir y controlar los riesgos y enfrentar los desastres a todos los niveles.
El propio PRRD establece claramente entre sus objetivos operativos, en varios acápites la necesidad de la formación y de impulsar la capacitación:
“2.1 Sensibilizar, formar y capacitar recursos humanos para la gestión de la reducción del riesgo de desastres en los diferentes niveles territoriales, en cada uno de los países de la región.
2.2 Impulsar y fortalecer los procesos de información, educación, formación y comunicación social sobre amenazas, vulnerabilidades y gestión para la reducción de riesgos de desastres en cada uno de los países de la región.
2.4 Fomentar e incorporar en la cultura centroamericana la gestión para la reducción de riesgos de desastres”
Pero además, es claro el objetivo referido a las capacidades relativas a la planificación territorial:
“1.3 Fortalecer las capacidades nacionales e institucionales para la planificación del desarrollo territorial, con enfoque de reducción de riesgos de desastres.”
En este sentido, entre otras actividades más, AECID ha venido apoyando actividades enfocadas introducir el tema de la reducción del riesgo de desastres en la educación formal y no formal, dentro de los que resaltan los esfuerzos dirigidos a impulsar y apoyar desde la Secretaria de CEPREDENAC los procesos de formación y educación a través del área programática establecida para el efecto.
Habiendo identificado la necesidad de ampliar el abanico de posibilidades existentes para el cumplimiento de esta acción prioritaria, AECID ha decidido ofrecer un curso introductorio a los conceptos básicos, así como las nociones y categorías explicativas que permitan comprender no solo las condiciones de riesgo, sino también los enfoques interpretativos que permitirían superar tales condiciones, dentro de los que destaca la recuperación del impulso a la planificación que reduzca la vulnerabilidad de la población.
Este curso es parte de un conjunto de tareas formativas y de capacitación que ya se imparten, en varias de las cuáles se ha detectado y lamentado un vacío generalizado de conocimientos básicos y reflexiones sobre la experiencia que permitan dar un salto cualitativo en la comprensión de los conceptos. Como en otras actividades no docentes, se ha detectado también el uso de terminología y categorías analíticas, y hasta empíricas, vaciadas de su contenido esencial. Luego de más de dos décadas se sigue confundiendo desastre con eventos naturales y se sigue expresando, como se puede comprobar en la televisión y la prensa todos los días, que los impactos de eventos naturales han destruido el desarrollo alcanzado, han provocado un retroceso al desarrollo logrado por décadas y han impedido que la población potencialice ese desarrollo logrado con tanto esfuerzo. Ya la declaración presidencial que sucedió al Huracán Mitch, más de una década atrás, planteaba que el fenómeno natural había provocado un retroceso de treinta años en el desarrollo. Una percepción que, como se ha planteado en diversidad d textos, es totalmente contraria de lo que expresan los hechos: la carencia de desarrollo a lo largo de un proceso intenso de destrucción de la naturaleza, de construcción de fragilidad social y de extracción indiscriminada de riqueza. Este mismo tipo de percepción se ha detectado en diversidad de participantes en actividades de capacitación e incluso en estudiantes y aspirantes de posgrado, por lo que se hace cada vez más clara la necesidad de lanzar una extensa iniciativa educativa para superarla.
En consecuencia, se ha abierto un espacio de docencia, capacitación e investigación colectiva que permita superar tales deficiencias y no solo revertir esta tendencia a usar nuevas palabras (pretendidamente conceptos) vaciadas de contenido, o significando todo lo contrario de lo que se pretende indicar, sino que además, preparando los equipos técnicos de escala local y aquellos responsables de la gerencia social de proyectos públicos y privados en toda la geografía del istmo. Ello permitirá además, superar deficiencias básicas y alcanzar niveles mínimos que puedan ser exigidos como requisito para acceder a niveles superiores de formación, como los posgrados que ya se ofrecen y otros que, con niveles más particulares de especialización, se desarrollen, ya habiendo superado las deficiencias en el conocimiento de nociones y con un adecuado enfoque conceptual del conjunto del proceso social y económico en la región.
